miércoles, 3 de junio de 2009

Un maldito día solo seremos muerte encharcada y vómito dominical de un alcohólico. O programa de viajes sin presupuesto. Y quizás nada, unos malditos padres de familia, currantes que buscan el fin —el fin ahora mismo lo tenemos, currantes sin vida y con deudas, currantes y ciudadanos. Buenos ciudadanos que trabajan la muerte cada día, cada estación del año que solo es un nuevo maniquí en la tienda de la esquina.

Seremos recuerdos que alimentan la nostalgia y la tristeza de un domingo con nadie en casa, bebiendo fotos y programas de la tele. Porque la muerte escribe en nosotros un día, más días, tres días que nos quedan de risas y cervezas. Alcohol y drogas. Muerte de ricos, muertos de pobres, muerte al fin que nos dará el alivio violeta y la vista roja de un pez dormitando sobre las rocas.

Aunque el fin puede llegar ahora —lo tenemos. El fin puede ser una noche de cocaína, alcohol, marihuana y mujeres suaves al tacto; puede ser reírte la vida a las siete de la mañana en el portal de tu ex, esperarla, reír y matarla. Amarla eternamente.