domingo, 9 de diciembre de 2007

Nostalgia.

Cuando éramos el bien y el mal y ni la disciplina del exterior desplazaba a la del profesor. Teníamos 10, 11... años; perdíamos en todas las apuestas de la vida, pero ganábamos experiencia.
Ahí estaba Ribas vendiéndonos los "tangos" y los chupetes, y fiándolos, por supuesto. De dónde iba a sacar la plata para sus lujos si no. A su lado, como no, los que queríamos que nos fie otro día, sin pagar lo anterior; menos mal que él sabía que nosotros no le engañábamos, éramos pobres...
Salazar, José, Jorge... estos,yo y más, siempre amarrados a esa pelota de trapo que no botaba en el encementado del patio de esa escuela bendita donde me enseñaron todo lo que nunca aprenderé. Cosas sobre la vida...

Y claro, no podía faltar Campuzano, el presidente de la clase, aunque yo lo desbancara, él podía beberse una cocacola y comer un arroz con pollo todos los día, yo, en cambio, podía quitarle los malditos 50 cent. a mi madre para completar el dolar y me diese para esos lujos.
Ahora que miro atrás me doy cuenta de que nunca debí salir de ese paraíso; éramos pobres, sí; pero teníamos el compañerismo que teníamos. Volví a ese pueblo, todos habían cambiado(¿o era yo?), muchos no estaban. En la calle encontré a varios, ni los saludé ni me saludaron, solo Loyola, Campuzano y Luchitanga.

Pobre, pobre... no sé por qué me viene esa palabra a la cabeza, si la verdad es que no todos lo eran, lo digo lo eran porque yo sí tenía el plato de arroz trez veces al día. Tampoco es que fueran excesivamente pobres, pero la palabra me come la cabeza desde dentro.
Cómo nos quedaban las manos después de la bendición del <>, qué fue de aquella regla gruesa con la que nos golpeaba el profesor; nos ardían, sentíamos que la sangre se no iba a salir por cada poro de la palma de la mano. Los del director eran dobles, eran en casos especiales; si andábamos con el uniforme de la escuela hasta tarde en la calle, sabíamos que arriesgábamo los reglazos.

Volvería a ese paraíso, pero no sé si sigo siendo el mismo chabal que salía a pescar con sus amigos y se apostaba 25 centabos en cualquier partidillo de voleyball que armaba con sus amigos.

Volvería a darle a la pelota de trapo y escupir en la tierra para que no se levante el polvo.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Podría ganar pero para eso es muy tarde.

Sí, puede que llegue a olvidar el verano maldito que le dijo al otoño que olvide, que finja no querer; solo por idiotez. Tengo la certeza de que viviré así años, pero es que tampoco quiero vivir de otra manera. Siempre me ando enamorando de los imposibles, perdiendo lo mejor que me da la vida, tratando de no depender de nadie (imposible).
Estás lejos; no separan calles, mares y el dinero, y la cobardía que se ha instalado en mi corazón. Si vuelvo a perder y te encuentras mi cuerpo en cualquier callejón sin salida con el destino en los talones y el miedo en el cuerpo; no me dejes morir, será tarde para que me digas "te quiero", pero da igual, quiero vivir y si es a tu lado mejor.
Aunque estés a miles de kilómetros, yo te siento cerca; estás en cada nota que acaba en la papelera porque si se queda en el cajón, duele más. Vuelvo a decir: "Pierdo"; me estoy acostumbrando, pero creo que es malo. Ya sé, el conformismo me va a matar. Odiame si te apetece, podría decir que me da igual; es una mentira todo esto: el mundo intenta ser feliz igual que yo, lo malo es que no tengo muchas ganas. El mundo se pudre y yo con él.





Perdonad el desorden, ando perdido; debo pasar del desorden de los números a la musicalidad de las letras, y claro eso te lía.