Estúpido día.
Trabajo en un tren.
Ruego ser maquinista.
El tren no me deja,
dar carbón me consuela.
El sueldo me desespera.
Entiendo una cosa: soy nada.
Estoy escribiendo estos reproches
en una perra madrugada,
mientras brindo con mi botella,
es la única que me consuela.
Se rompe la copa,
los ojos me lloran;
traidores cobardes, te recuerdan.
El día me llama, no hago caso,
espero a la noche, es mejor amante,
es mejor compañera de copas, de escuela,
es inspiración de poetas,
adivinanza de profetas.
Eternamente perfecta para morir desangrado,
para estar acompañado.
Es esto: una señora.
(Concebido en una sala de espera de un hospital)
viernes, 15 de junio de 2007
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